Cuando escuché por primera vez “Quedarme con lo Bueno”, del grupo Nanay, supe que no podía traducir esta canción a imagen con una aproximación literal. No lo pedía. Esta canción respira mucho más que una simple fotografía o recuerdo.
Y aquí quiero hacer una confesión importante: no soy diseñador gráfico, ni mucho menos. Ni de formación ni de vocación. Apenas me considero un aficionado. Pero alguien me pidió ayuda. Confió en que mi mirada —más intuitiva que técnica— podría sumar algo distinto, algo honesto, algo con alma. Y me lancé. No con certezas, sino con escucha. Quizá por eso la imagen funciona: porque no intenta impresionar, sino acompañar a lo verdaderamente importante, la canción.
El grupo, que comenzara su andadura por 2022 con Adrián Liñán como alma mater ha ido creciendo actuación tras actuación y lo más importante desde hace un tiempo, han comenzado a creérselo.

Se trataba del primer single de este grupo, al cual conozco desde casi su creación. Con ellos me unen lazos de amistad y de admiración por lo que puse todo mi cariño en este empeño que me encargaban. Adrián, Alejandro, Picota y Guerrita, han conseguido plasmar en esta canción un sonido puro y canalla que cada vez echo más en falta. Sin intención de sentar cátedra, solo con la opinión de quien no es experto en nada, podría catalogarla como una canción muy garrapatera.
Para la creación visual trabajé con varias herramienta de generación de imagen con IA, GPT, Grok o Microsoft entre otras, buscando capturar una escena abstracta que evocara energía, rebeldía y reconstrucción. Empecé con palabras clave que me inspiraba la canción. Las primeras imágenes eran estéticamente potentes, pero frías. La IA tenía potencia, pero no intención.
En conjunto, esta portada no busca contar una historia lineal, sino evocar un estado emocional. Como la canción, es más un lugar al que llegas que un mensaje que recibes.
Ahí entró el trabajo manual: retoques, texturas, composición y ajustes de luz y color, para darle a la imagen humanidad y ese toque que buscaba Adrián. También quise añadir algunos detalles del grupo y de su influencia como esa guitarra, casi camuflada, brotando de un tallo como “los bichos que nacen de los claveles”.
Visualmente, la portada parte de un universo simbólico: una figura central de líneas simples flota sobre llamas naranjas, en un entorno cargado de elementos oníricos: nubes, flores, ojos, pájaros, astros y agua. Todo ello envuelto en una estética retro-pop psicodélica, muy plana y muy viva, que remite a los carteles de los años 60 y al arte outsider.
La figura —que podríamos ser tú, yo, cualquiera— no huye del fuego. Lo atraviesa o los sobrevuela demostrando que puede superarlo todo. Y lejos de consumirse, emerge con alas. Es una metáfora visual poderosa: quedarse con lo bueno no significa negar lo malo, sino superarlo.
Trabajar con Nanay ha sido un proceso fluido porque su música ya tiene una estética clara: orgánica, transparente, sin sobreproducción. Y eso se agradece. En un panorama musical donde a veces todo se fuerza a parecer lo que no es, este grupo suena a verdad. Y diseñar para la verdad es lo más satisfactorio que puedes hacer.
A veces el diseño gráfico tiene que impresionar. Otras, simplemente respirar al ritmo de lo que representa. Esta portada no busca deslumbrar, busca quedarse. Como la canción. Como el grupo. Como lo bueno, que muchas veces es lo que no se ve, pero se siente.